¿He consumido más o menos energía que el año pasado? Parece fácil de saber, basta con comparar el consumo actual y el consumo pasado… ¿o no es tan sencillo?
Si tú eres de los que buscan la verdad y eligen la pastilla roja, sigue leyendo. Recuerda. No hay vuelta atrás.

Como en la famosa película de ciencia ficción, a veces debemos elegir si queremos optar por ver la realidad (pastilla roja) o no (pastilla azul)
¿Cuál es tu reacción cuando revisas la factura de electricidad o de gas en casa?
¿Y cuando revisas los consumos de tu edificio o tu planta industrial?
Tras el susto, ¿tú también eres de los que enseguida busca la gráfica que aparece para comparar con el consumo del mismo periodo hace un año? Lo que vamos a contar te interesa.
En casa, nuestra primera reacción, casi instintiva, cuando, decepcionados, vemos que hemos consumido más que el año pasado es convertirnos en expertos meteorólogos, para finalmente sentenciar: “Es normal, este año ha hecho mucho más frío” (o calor). Pero… ¿lo sabemos realmente? ¿Podemos cuantificarlo? ¿Es suficiente esa diferencia en el clima para explicar el exceso?
Sin embargo, la reacción cuando observamos que hemos consumido menos que el año anterior es diferente. Recordamos todo el esfuerzo realizado para ahorrar energía, las medidas implantadas, las horas de trabajo dedicadas y sentimos que todo ello ha merecido la pena. Es crucial no olvidarnos en estas ocasiones de que siguen existiendo variables que afectan a nuestro consumo.¿O acaso nos estamos conformando en estos casos con la pastilla azul, evitando ver la realidad?
¿Cómo podemos hacer un análisis correcto?
Seguro que te imaginas la respuesta:Comparando nuestros consumos con aquellas variables que hacen que cambien de un mes a otro. En la mayoría de edificios la variable más condicionante es el clima. Concretamente los grados día, valores que representan la severidad climática.
Diciembre 2015. Imagen via RTVE.
Los grados día nos permiten ver numéricamente, por ejemplo, que el invierno de 2015-2016 fue mucho más cálido que el anterior.
Por lo que nuestro consumo de gas natural debería haber sido menor.
Lógicamente, sólo por esta razón, parte de los ahorros que vemos en la factura se deben a que el clima fue más favorable.
En nuestro edificio o planta industrial, la valoración es un poco más compleja. Sabemos que hay muchos factores que afectan al consumo además del clima. Puede que haya variado el volumen de producción, el número de horas trabajadas, etc.
Elegir el indicador adecuado es esencial para poder mostrar los resultados de nuestro trabajo
El análisis debe incluir siempre el impacto de todas las variables en nuestros consumos. Es muy habitual el uso de ratios como indicadores: kWh/unidad de producción, kWh/m2 o kWh/persona…. ¿Te suenan? ¿Tienen en cuenta todas las variables? ¿Tienen en cuenta el consumo base? ¿Son, por tanto, indicadores adecuados y fiables? La respuesta, lamentablemente, es NO.
En muchas industrias, el volumen de producción no es la única variable.
Ni siquiera es la principal.
En sectores como alimentación (industrias cárnicas, lácteas, bebidas), la gran demanda de refrigeración hace que el clima (Ta exterior) sea una variable fundamental.
Lo mismo ocurre en todas aquellas industrias con grandes volúmenes de renovación de aire en salas blancas: industria microelectrónica, laboratorios farmacéuticos, o incluso la industria automovilística.
Gracias a los análisis de regresión podemos ver cómo nuestros consumos se alejan o acercan a nuestra línea de tendencia.
Además, por definición, cuando empleamos el ratio (kWh/ud de producción, por ejemplo), estamos considerando que el consumo base (el consumo fijo, incluso cuando no hay producción) es 0.
¿Es eso cierto? ¿Nuestra oficina o fábrica sólo necesita consumir energía cuando estamos trabajando y produciendo? La realidad nos muestra que no, que una parte de nuestro consumo es totalmente independiente de la producción. Es lo que llamamos la carga base.
Todos hemos visto cómo, cuando la producción aumenta, el ratio disminuye, ya que el impacto de esa carga base es menor. Sin embargo, cuando la producción disminuye, el impacto de la base es mayor, y el ratio aumenta, sin que nosotros estemos malgastando energía. Por eso, estos ratios no te indican si realmente estás ahorrando energía o si tu consumo es excesivo: sus vaivenes pueden llevar a tomar decisiones equivocadas.
Incluso en algunas ocasiones, el clima es tan severo, que consumimos más que antes, aún tras haber implantado medidas de ahorro, y es esencial demostrar todo el buen trabajo realizado.
¿Nos estamos perdiendo la posibilidad de medir el impacto de nuestros cambios?
Por desgracia, no existen medidores de energía que contabilicen la energía ahorrada. Sólo son capaces de medir la energía consumida.
Con todo el esfuerzo que has hecho por mejorar y cumplir tus objetivos, ¿cómo no vas a querer saber qué parte del ahorro es debido a tu duro trabajo y qué parte puede ser atribuible a la benevolencia del clima, o al descenso de producción? ¿No crees que estás perdiendo también la oportunidad de detectar excesos de consumo que pueden ser corregidos fácil y económicamente al no hacer un análisis correcto?
Con los análisis estadísticos de regresión puedes detectar variables, conocer el impacto de cada una de ellas en tu consumo y elaborar indicadores que, ahora sí, te muestren exclusivamente el ahorro o exceso de energía atribuible a tus acciones.
Si tú también quieres demostrar tus esfuerzos con datos reales, ¿a qué esperas? Un Sistema de Gestión Energética correctamente implantado incluye un seguimiento y verificación de ahorros que hace precisamente eso: analiza el impacto de todas las variables que afectan a tu consumo, para asegurarte que siempre sabrás lo que has ahorrado, y por qué. Lo que llamamos mejora continua.